sábado, 13 de febrero de 2010

Buenos días, caña hermosa…

Yo: –Viejo, ¿vamos al festival de Jazz?-

Viejo: –Ya poh, vamos.-

 

Genial!-pensé, ir al festival de Jazz con mi viejo era lo mejor que quería hacer esos días, ya que no viajaba a ningún lado y me quedaba aquí en Serenas Town-como alguien alguna vez me lo dijo, ¿será tan pueblo?, me da risa de sólo pensarlo.

 

Horas más tarde…

 

Viejo: –me llamaron los cabros y nos van a venir a buscar en el elefante-

Por un momento me pregunté: “¿y qué mierda es el elefante?”, ¿me van a creer que me imaginé un elefante corriendo por la playa, aplastando a los autos que pasan lentamente por la avenida del mar?. Eso significaba una sola cosa, esa noche iba a ser espectacular.

 

Dentro del elefante…

 

Nunca había estado en un auto tan grande como ese, a pesar de que habían como diez personas adentro, no me sentía apretujada ni nada…algún día me compraré uno igual. Imagínense, durante la semana podría meter aproximadamente unas diez maquetas, tamaño extra-grande y para los carrete…ufff ni siquiera quiero imaginármelo!!-Obviamente yo no manejaría, me gusta tomar cuando salgo- Y esa música andina nortina que escuchaban, no me desagradaba, me hacía recordar cuando mi papá vivía en la casa aún y en las tardes ponía a los Kjarkas o como se escriba..

 

Algún amigo de mi viejo: –Vamos a ver al Chico Trujillo más chico de lo que es-

 

Broma fome, pero todos a esa hora, con unas chelas ya en el cuerpo se mandaron a reír, y mi cara era…no sé, no sabría como explicarlo. ¿Porque? Simple. Yo iba a ver el festival de Jazz y NO al Chico Trujillo ¬¬.

 

En fin, a esa hora, la avenida del mar, atestada de gente de todas las edades y cualquier espécimen conocido y desconocido, caminaba conversando  con un vaso de no se que…disfrutando de la playa de Serenas Town.

 

Antes había tomado estando con mi viejo al lado, unos vinos a la hora de almuerzo, o en asados, o cuando comprábamos chelas exquisitas, llámese Stella Artois, Budweiser, Corona o mi amada Kunstmann. Pero esta vez fue diferente, mi viejo me llenaba una y otra vez el vaso, mientras bailábamos al son de la cumbia del chico Trujillo-y eso que no me gusta bailar cumbia-

 

Viejo: –Hasta ahí no más..-Me decía llenándome el vaso de ron hasta la mitad y después echándole coca-cola.

Yo: –aiii viejo, échale no más.-Le decía yo muerta de la risa y de fondo: "está la escoba está la escoba (8)”

 

El sonido no estaba muy bueno, pero era lo que había…El Chico Trujillo se despedía, mientras la gente pedía más y más, pero es obvio, volvían, tocaban un tema más y después ya se iban definitivamente.

 

¿de vuelta a casa?

Ni siquiera pensarlo, el elefante daba vueltas por el centro y se estacionaba en el “Peregrino” o nuevo peregrino…como vi por ahí. Encontramos una mesa y más chelas venían y los “jallalla” se cantaban a coro antes del brindis. Jallalla es “salud!” al más puro estilo de los pueblos originarios cuando sacrifican algún animal para honrar a la pacha mama. Más música en vivo en ese bar, amigos de los amigos de mi Viejo que bajaban del escenario y me presentaban como “la hija del Miguel” y los típicos ¿y cuantos años teni? o “pucha que estai grande”.

 

Ya podía notar algunos curados o borrachos, hablando cada incoherencia junta, y yo que me reía cada vez más, las idas al baño, y sola porque no iba a ir con mi viejo o con algún amigo de él…

 

y ahora….¿para donde vamos?

Todos a coro: “A donde el rey del pollo!!!”

 

Era la hora del bajón a eso de las 4 de la mañana, y yo moría por algo con hartas calorías.

Llovían los pollos asados, las papas fritas, y las escudos heladitas a nuestra numerosa mesa en el segundo piso del local-ni siquiera me quiero acordar de la minúscula escalera, no sé cómo subí y baje de ellas-

 

…..

Ah! y tampoco me quiero acordar cómo llegué a mi cama.

¿Fin?

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