martes, 14 de septiembre de 2010

(…)

Extrañeza de gotas por caer, cielos ennegrecidos delicadamente en cada una de sus formas, un refugio nada más, refugio de las propias gotas de ventanas de almas, de cuerpos desnudos. Violines que recuerdan el café ese, en la esquina esa, en los brazos esos, y los labios aquellos.

Dudar que es real, pensar y envolver la cuenta por detalles, de fin a principio en mentes destrozadas, más no perdidas. Abro los brazos como si intentara alcanzar la luna, el sol, quemándome casi al instantáneo, sin siquiera sentirlo, pero las agujas del suelo se perciben como cosquillas en las manos.

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