Veo a ese gato tan grande y me doy cuenta del tiempo que ha pasado. Cierra los ojitos como queriendo guardar algo en su cabeza aún pequeña para mí. Me mira de a veces y me pareciera de que negara el verme llorar ahora. No quiero que me consuele, él no sabe consolar… aunque lo quisiese. A lo mejor se pregunta porqué lloro, ni yo tengo de idea.
Es febrero ya y eso significa que mi pequeño paraíso se va. Se va mi vida en unos días más y me pregunto si seré capaz de vivir sin su presencia de todos los días.
Al primero que veo al despertar es a ti.
Sí, yo sé que me lees y ya puedo imaginar tu carita de pena.
Y al primero que veo al dormir es a ti, tu carita y tus ojos sonriéndome cansado.
El gato se duerme escuchando Sigur Rós. O quizás sólo tiene los ojos cerrados disfrutando de la música. En eso se parece mucho a ti y a mí.
¿Te he dicho que amo cocinar y hacer cosas contigo? Debo hacer el aseo de la casa, pero no me dan ganas de hacerlo sin ti. Los brazos y las piernas no me responden. El cansancio se me cae por los ojos y la piel. Dormiría, dormiría y dejaría que pasase el tiempo aún más, sólo para que me despiertes y te vea, y que al fin esté contigo de nuevo.
Me considero adicta a ti.
Soy adicta a ti.
Leí algunas entradas de tu blog y sonrío al pensar de que escribes para mi con tanta pasión, la misma pasión que me entregas en tus besos y en tu amor. Ese amor que pienso cuidar por el resto de mis días. Quiero amarte para siempre mi amor. Cuidarte siempre, hasta cuando incluso no pueda. Porque la distancia es jodida, pero no me la va a ganar. Sé que estaremos juntos de nuevo una y mil veces.
Miro el reloj, al gato, y nuevamente aquí y me gustaría seguir escribiendo para que pasase aún más el tiempo. Estoy ansiosa de volverte a ver y caminar por esta ciudad que nos ha visto compartir y crecer juntos.
No quiero leer esto desde el principio porque sé que está todo desordenado, son sólo pensamientos que corren por mi cabeza y no se detienen.
Horas, ¡corran… corran!